sábado, 10 de agosto de 2013

Prólogo

Era una mañana soleada en el tórrido apartamento. Movía ligeramente el sofrito humeante mientras mi esposa sazonaba el ambiente con un bello cantar en el baño. El aroma de la cebolla cocinándose a modo lento me daba la guinda al pastel. Siempre había soñado con viajar al sur; es más, me moría de ganas de pisar territorio africano. No obstante me conformé con gusto de aterrizar en tierras insulares.

Nos habíamos conocido en un parque de la ciudad Condal, en Catalunya. Nos presentó una amiga en común y después de eso no hizo falta nada más. Follamos como conejos sin cesar aunque nuestra historia fue breve, ya que partí a Tailandia los días posteriores a un congreso de antropología moderna que duraba 3 días y se demoró seis meses. No tuve contacto en ese tiempo aunque mi cabeza me daba pinchazos y a veces me recordaban esos buenos días de lujuria.

Cuando volví cansado de las llanuras asiáticas y de una abstinencia de sexo abismal, un día por casualidad me la encontré igual de radiante en la avenida del Paral·lel como si no hubiera pasado ni una hora de aquel instante. Un inmenso paréntesis a mis ojos y un suspiro en esa joven de cara angelical con aquellos pequeños y dulces senos. Esa vez no la dejé escapar. Aunque hubiera tenido que luchar ferozmente hasta el final no la hubiera dejado escapar. Más tarde me di cuenta del porqué de aquella fascinación de mi subconsciente. Tenía un “firewall” de última generación combinado con una valla de espino y un muro de hormigón de seis metros de altura como protección ante cualquier visita no deseada que quisiera conseguir su Dorado. Como antropólogo novicio y experto mujeriego me encaramé a los obstáculos uno a uno con perfecta genialidad aunque ella no puso ningún problema en vernos de nuevo. Quizás todo su desmesurado sistema de protección quedo apagado a conciencia. Quizás.

El vaho tímido de la ventana duró lo mismo que mi impaciencia a qué saliera de la ducha. Me daba una rabia insufrible que tardara tanto en ducharse. Es más, cayendo en tópicos, ¡No entendía el porqué de tanta tardanza! Definitivamente nosotros teníamos mas carne para limpiar. En aquel instante ella salió empapada moviéndose con un desdén cometido. Avanzó lentamente como estrella ante oleadas de paparazzi y alcanzó la cúspide de mi montaña de fantasías. Tal fue el clímax como efímero el instante. Se dirigió a mi exaltada, quejándose de la temperatura del agua, de la humedad relativa y naturalmente, de la presión atmosférica…

-         -  Cariño, algo me ronda la mente…

Increíble. Yo me encontraba en medio de una batalla épica entre cebollas, tomates y ollas mientras calculaba la correcta cocción de la pasta, mientras ella me pedía un favor o un consejo o un comentario trivial, desnuda y empapada. Error 404, Intelligence not found. Me recuperé rápido y tomé una cerveza de la nevera. Todos mis pensamientos se desvanecieron y me puse en serio cuando oí la primera frase:

- He estado pensando en ese mapa y …

No me hacía falta pensar en nada más. Tomé otro sorbo y repetí al instante por naturaleza animal. Miedo era la sensación. Terror fue lo siguiente. No me consideraba una persona retrógata ni tampoco un “progre”, pero no me gustaba pensar en ello y desde luego me encantaba la idea de posponer ese tema en mucho tiempo. Lo intenté:

- ¡Mierda!, se me quema el sofrito
- Apaga el fuego, ¡rápido! – Espetó.
- ¡Joder la pasta! – repliqué
 No jodas tío, otra vez… - Añadió al instante.
- ¡Ala! Desfasada, no te digo que sea la primera vez pero tampoco es para tanto…
- No me cambies de tema, tenemos que hablar.


Jaque mate. Salí derrotado. Esto me recordaba cuanto la quería. Nadie antes había podido hacer eso. Nadie antes pudo hacerme sentir y joderme tanto, al mismo tiempo. Sabía darme lo mejor y quitármelo a tiempo para tocar los pies en el suelo. La quería como nadie había querido a nadie. Por eso y por todos esos pequeños detalles y por esos consejos sabía que era la mujer de mi vida. Por eso y por todo lo anterior no quería que participase en algo tan peligroso como buscar esas piedras.

viernes, 9 de agosto de 2013

Capítulo primero

Vale Fall era una visionaria, fué tercera en su promoción en la Antropología por la Universidad de Parma solo detrás de dos chicos que abundaban en conocimientos y carecían de espiritu. Sabía perfectamente lo que sentía Vale al ver a esos patéticos empollones llevarse los méritos a golpe de talonario. "El prestigio era lo más importante" dijo el decano al entregarles sus diplomas. ¿Cómo podía ser tan falso? ¿Cómo era posible que se hubiera perdido la esencia del estudiante pasionario a favor de algo tan vil como era la corrupción? 

¿Cómo podía permitirlo?

No podía hacer nada. No fué a recoger el diploma. Ella no era ni de fama ni de dinero ni de reconocimiento, es más, todo lo que representaba resultaba ser lo contrario. Una pionera en su campo. Su camino. Deseaba con toda devoción descubrir un tesoro jamás visto, al estilo de Galileo Galilei, para enseñarle a este mundo que no todo estaba perdido. La universidad podía estar corrupta pero el resto del mundo podría no haber caído.

El verano se anunciaba y por ese entonces Vale Fall, "Tina" para los colegas, arrendaba un precioso apartamento con vistas al mar en Fuerteventura, Canarias. Su ambición por descubir el secreto de las Piedras de Ica no se había apagado y seguía firme en sus convicciones.

Los primeros años de carrera, asisitió a una conferencia de un tal antropólogo “noob” Ignus Zóster en Barcelona, una mezcla entre Indiana Jones y Oscar Wilde, un melómano y aficionado al Counter Strike, con dotes filosóficos (mayoritariamente sobre mujeres) gran entusiasta y mejor narcisista. Ese tipo le irritaba solo verlo entrar por la puerta pero tenía la habilidad de transmitirle la misma pasión por la historia que había acumulado en toda su juventud. Aunque por ese entoces no me conocía,  esos mismos pensamientos no iban muy mal encaminados. ¡Me encanta el CS!

Durante la conferencia, Vale fue construyéndose una teoría hasta toparse con una de las grandes preguntas de la antropología al ser descubiertas las piedras, ya que podían conducir a la respuesta más esperada precedida de la pregunta más imporante de la humanidad.

¿Cúal es nuestro origen?

El gran Ignus, explicaba que el reciente hallazgo había despertado la curiosidad del mundo científico ya que amenazaba con tumbar cientos de teorías aceptadas por generaciones de expertos. El doctor peruano Javier Cabrera dio a conocer al mundo la existencia de las piedras cuando recibió una de ellas misteriosamente el día de su cumpleaños.

Las piedras en cuestión eran de tamaños diversos pero no sobrepasaban la envergadura de un melón. En ellas se habían grabado antiguos dibujos de dinosaurios, artefactos avanzados, operaciones quirúrgicas modernas, planos de vehículos y un largo etcétera de tecnologías que databan de un periodo muy anterior al descubrimiento de estas. ¿Cómo era posible grabar en piedra algo que no existía?

Un acontecimiento inaudito y trascendental que pronto fue impugnado por los círculos más conservadores para evitar el pánico mundial.  ¿Estaba la humanidad preparada para las preguntas sobre su existencia? ¿Cúal iba a ser la reacción de los sectores más conservadores al serle arrebatada su creencia con pruebas tangibles de que habían desperdiciado su vida por algo más falso que un político honrado?

Dios sabe lo que pasó, valga la redundancia, Dios sabía lo que hacía. Las piedras fueron calificadas de un fraude por expertos, bautizados y comulgados naturalmente, y desaparecieron de la misma forma que emergieron. Sin dejar rastro.

Después de años de disputas por verificar la autenticidad se perdió el interés, aunque no del todo, ya que el sabio profesor viajó a tierras insulares ante la llamada de una recién licenciada pedante que le había despertado el interés sobre las piedras. Podía ser que fuera otra pista falsa pero aquella chica le convenció al decirle las maravillosas playas que se perdería sino acudía. Por no contar el hecho de que la cerveza Dorada siempre fué su preferida.

Capitulo segundo

Centenares de libros nuevos cubrían las paredes del cálido apartamento junto con un escritorio de la época Victoriana que descansaba a un lado de la estancia. Unas cajas de madera alargadas se dejaban ver en la parte más oscura al otro lado, mostrando una gran cantidad de mapas y pergaminos de dudosa autenticidad. Las vigas del techo sufrían su castigo perpetuo y comenzaban a mostrar signos de humedad evidentes. Aquel paraíso no dejaba de ser una Isla en el Atlántico y la humedad subía drásticamente por la noche.

Al fondo del salón se veían cientos de recortes de periódicos que recordaban las investigaciones más perspicaces de algún federal súper listo y médium y guapo y naturalmente americano de las series más recomendadas de SeriesYonkis. En cuanto vi aquel espectáculo de celulosa recuerdo que calculé cuantas mierdas de perro podía recoger con aquello.

¡Tenía para meses!

Valentina Fall le ofreció un café al profesor Ignus con la misma energía con qué le recibió. Ella parecía algo abrumada por la situación. Era la tercera vez que veía al profesor y no tenía claro como tenía que dirigirse a él. Las dos veces que lo había visto distaban mucho de ser normales. La primera fue en una conferencia y la otra en su cama. ¿O fue al revés?

No era fácil pero tenía que sobreponerse y tanteó su tercera vez como si lo conociera por primera vez ya que el motivo de aquel encuentro no era echar un polvo sino proponerle la empresa más arraigada que había escuchado.

- Sr. Ignus, bienvenido. Esperaba ansiosa su llegada. ¿Tuvo algún problema para encontrar el lugar?

- Dichosos los ojos que te ven Tina, ¿Cuánto tiempo hace que no nos vemos? ¿Tan mayor me ves que tienes que tratarme de usted?

- No, yo sólo… - espetó con celeridad - Es la costumbre.

El profesor entró por la puerta y dejó su equipaje ligero. Se volvió con una cara aprendida con los años y la mirada muy intensa, intentando traspasar el escudo que no mucho tiempo atrás logró traspasar.

- He venido directamente aquí para algo importante.

- ¿Te refieres a las piedras?

- ¡Por Zeus! He venido desde Barcelona solo con el afán de que me invites a una cerveza. Luego te lo contaré todo.

- ¿Todo? No entiendo si tanto te gusta esa cerveza podrías haberla comprado por Internet. Además no sé por donde cogerte, me hablas de banalidades cuando llevo años intentando descubrir la verdad. Sabes que es trascendental descubrir…

Ignus le hizo ademán de callar y la cogió por los hombros. La miró fijamente como solía hacer siempre ante decenas de ojos observadores cuando enseñaba en clase, cuando buscaba la aprobación del decano o cuando forzaba una situación en su beneficio. Al cabo de un instante la abrazó y le dijo.

- Tenía ganas de verte, siento haber sido tan capullo todo este tiempo. He estado investigando todo este tiempo también en secreto, como tú. Tengo la certeza de que un grupo de instigadores ha conseguido enmascarar toda evidencia de la existencia veraz de las piedras. Es más, vengo a avisarte, nos vigilan. Ahora no tenemos tiempo de hablar. Si seguimos aquí suscitaremos más sospechas y acabaremos con una bolsa en la cabeza. Es hora de trazar un plan. Te necesito porque tú dispones de cierta privacidad. A ti nadie te conoce y eres perfecta para este trabajo. Necesitamos descubrir más sobre esas piedras. – Ignus se sentó inmóvil, cómo afectado al escucharse a sí mismo. – Necesito que guardes toda la información de qué dispongas y la guardes en esta llave. – Buscó en sus bolsillos y abrió una caja pequeña, la abrió y le mostró un índalo pequeño. – Este me lo compré en una tienda de Almería, es un brazalete a simple vista, pero si mueves la cabeza hacia atrás tiene una conexión USB. Guarda aquí todo y …

De repente un estruendo sacudió la estancia y los hizo saltar del susto. Salieron corriendo fuera esperando a que aparecieran sus perseguidores. Abrieron corriendo la puerta de entrada y salieron fuera al exterior. Se quedaron paralizados. Los vecinos de las casas próximas salieron uno a uno y quedaron también perplejos. No podía estar pasando, era inexplicable.

La famosa montaña de Tindaya que dormitaba hacía siglos había entrado en erupción.